Pascual RINCÓN

(actif de 1897->1944)

Jean-Claude SEGUIN VERGARA

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Pascual Rincón.

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Colaborador de Enrique Farrús, ha dejado su testimonio sobre el cinematógrafo Farrusini

Un vendedor de lotería que dice haber sido empresario del "Farrusini".
[...]
A uno de tantos ofrecimientos de "que quedan diez iguales" había respondido distraídamente con mi impertérrito "¡no!", cuando alguien junto a mí dijo: "¡Ese es Farrusini!" Yo salí entonces de mi distracción y el pregunté al vecino de mesa:
-¿Qué dice usted, que ese señor es Farrusini?
-Sí, o por lo menos así le llaman. "Farrusini" fue un barracón de variedades que hubo hace años en la calle de San Miguel, y en él se exhibió por primera vez en cine en Zaragoza.
Corrí entonces a llamar al viejecito vendedor de lotería que seguía ofreciendo participaciones por las mesas cercanas, y le rogué que se sentara conmigo un momento. Le compré la lotería que antes había rechazado y comenzamos a charlar.
-¿Cuénteme usted algo referente a "Farrusini"!-le insinué.
El viejecito se reanimó al oír este nombre. Sus cansinos ojos de miope brillaron detrás de las gruesas gafas.
-¿Ah! ¡Aquellos tiempos!-dijo-. Yo estuve de empleado y de socio industrial en los espectáculos que don Enrique Farrusini trajo a Zaragoza. se armaba una barraca de tablas, se colocaban varias filas de bancos de madera sobre la mismia tierra del suelo, se cubría la portada de entrada con uno de aquellos órganos-orquestrones que ostentaban una figura de director en el centro moviendo la cabeza a los lados, y ya teníamos espectáculo. Yo era el que explicaba desde la puerta lo que dentro podía contemplarse; y al final de cada perorata decía: ¡Pasen señores, pasen; no vale más que diez céntimos la entrada!
-¿De cuándo data todo eso?
-Don Enrique Farrús vino por primera a Zaragoza hará unos cincuenta años, para las ferias de octubre. Entonces se instalaban las barracas de los feriantes en la misma plaza del Pilar, pues todavía no existían los jardines y sólo había allí una fuente de ocho caños que la llamaban de los "Niños", porque cada caño de agua era una figurilla de niño.
-¿Era italiano "Farrusini"?
-Farrús era de Lérida, y llevaba su espectáculo a base de una cuñada suya que disparaba un gran cañón y luego sostenía a dos hombres sobre el pecho. Don Enrique hacía juegos malabaristas, y su esposa, doña Carmen Panzani [sic], italiana, se hacía cargo de la taquilla y alguna vez tocaba el arpa en la facha de su garita como reclamo para la entrada.
-¿Y usted, cuándo les conoció?
-Al año siguiente; para las mismas fiestas del Pilar volvieron con un teatrillo de espejos, que se llamaba "la cámara oscura", y entonces trabé amistad con don Enrique. Luego se instaló en el Coso bajo, con unas figuras de cera que representaban los sucesos célebres de entonces, tales como el asesinato de Prim, el crimen de Higinia Balaguer y otras truculentas escenas.
-Tengo entendido que en Zaragoza se quedó "Farrusini" de manera permanente, ¿no?
-Sí, señor; con estos y otros parecidos espectáculos recorría las ferias de toda España, hasta que se instaló en Zaragoza con carácter fijo, primero en la antigua Casa de la Infanta, situada en lo que hoy es edificio del Monte de Piedad, y luego en la calle de San Miguel, en el solar que hoy ocupa el Cinema Goya. Por esta época ingresé yo de encargado en la empresa Farrús y se compuso la palabra "Farrusini", por italianizar el apellido y haerclo parejo al de su mujer, que era Panzani. Entonces se hicieron largas temporadas de variedades con perros y monos amaestrados, prestidigitadores, cupletistas y bailarinas. Entre los más famosos artistas que por allí desfilaron recuerdo al gran ventrílocuo Juliano, a los autómatas de Narbón, a Jenaro "el feo", al "Canela", y, sobre todo, a la renombrada Julia Gálvez, quien hizo una brillante actuación cantando cuplés mientras se iba quitando aquellos vestidos de lentejuelas, que a veces pasaban de diez.
-Y el cine, ¿cuándo empezó a exhibirse?
-En Zaragoza se vio cinematógrafo con películas de movimiento, por primera vez, cuando lo trajeron sus inventores, los hermanos Lumiere, quienes lo exhibían por todos los teatros de España. Nosotros, en el salón "Farrusini", habíamos dado alugna vez vistas fijas de cristales sobre una linterna. Pero el cinematógrafo de movmiento no se hizo hasta un poco más tarde, cuando el industrial zaragozano don Eduardo Jimeno se puso en sociedad con "Farrusini" y adquirieron en París equipos "Lumiere" y "Gaumont". El señor Jimeno fue después quien estableció el primer cinematógrafo fijo en Madrid, donde todavía continúan sus hijos con el negocio.
-¿Recuerda usted cuáles fueron las primeras películas?
-Sí; recuerdo algunas de ellas que se titulaban "El reino de las hadas", en colores. "Los apaches de París", "Robos al descubierto", "Las agonías de un melón", "Semana Santa en Sevilla" y "Napoleón Bonaparte". También hubo películas parlantes, en combinación con un gramófono que se colocaba detrás de la pantalla.
-¿Hasta cuándo funcionó el "Farrusini"?
-Hasta que se establecieron locales hechos a propósito, tales como el "Coyne", instalado junto al nuestro, en la calle de San Miguel; el "Palacio de la ilusión", en la de Estébanes, y más tarde, el "Ena Victoria" y el "Alhambra". Entonces hubo que cerrar el "Farrusini", que era un salón imprivsado, de tablas y sin ninguna comodidad.
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Todo esto cuenta el anciano vendedor de loterías Pascual Rincón, único superviviente de aquellos iniciadores del cine en Zaragoza. Con el recuerdo de los días en que él actuaba como dinámico encargado dle salón "Farrusini", su rostro se ha transfigurado momentáneamente.
A.


Amanecer, Zaragoza, viernes 28 de enero de 1944, p. 4.

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